¿Cuál es el propósito de la lectura?

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EDITORIAL
El Pregonero de Deseret,
Año 7, número 2

Esta historia se ha contado de diversas maneras y con diferente ropaje, por lo que optaremos por una de las versiones más tradicionales.

—He leído muchos libros, y me he olvidado de la mayoría; entonces, ¿cuál es el propósito de la lectura? —dijo el joven discípulo a su maestro.

El maestro no respondió en el momento, pero días más tardes, sentados cerca de un río, le pidió a su alumno que trajera un poco de agua para saciar su sed en un colador viejo y sucio que había en el suelo.

El joven se inquietó, pues sabía que era un pedido sin mucha lógica, pero intentado no contradecir al maestro, comenzó a realizar la absurda tarea. Cada vez que sumergía el colador en el río para traer un poco de agua para su maestro, ni siquiera podía dar un paso hacia él, ya que no quedaba ni una gota en el colador.

Lo intentó y lo intentó decenas de veces, pero, por mucho que trató de correr más rápido desde la orilla hasta su destino, el agua siguió pasando por todos los agujeros del tamiz y se perdió en el camino. Agotado, se sentó junto al maestro y dijo:

—No puedo conseguir agua con ese colador; perdóname, maestro, es imposible y he fallado en mi tarea.

—No —respondió el anciano sonriendo—, no has fallado. Mira el colador: ahora brilla, está limpio, está como nuevo. El agua, que se filtra por sus agujeros, lo ha limpiado. Cuando lees libros —prosiguió el anciano— eres como un colador y ellos son como agua de río. No importa si no puedes guardar en tu memoria toda el agua que dejan fluir en ti, porque los libros, sin embargo, con sus ideas, emociones, sentimientos, conocimientos… y la verdad que encontrarás entre las páginas, limpiarán tu mente y espíritu, y te convertirán en una persona mejor y renovada. Este es el propósito de la lectura.

Esa antigua verdad es también válida para la escritura. No todo lo que decidamos escribir será brillante, pero, si continuamos haciéndolo, algunas pepitas de oro comenzarán a aparecer entre la arena descartable. Y, lo que es más importante, nuestros estilos y espíritus se irán depurando.

Como nos recuerda la escritora Julia Cameron: «Escribir es una actividad que hay que realizar una y otra vez y que mejora a través de un ejercicio repetitivo, pero este ejercicio no tiene por qué realizarse de manera perfecta. Al igual que un profesor de piano nos dirá que practiquemos escalas, que la constancia es la clave para dominar el instrumento, yo recomiendo lo mismo como profesora de creación literaria. La constancia es la clave para dominar el instrumento que, en este caso, somos nosotros. Los escritores somos un instrumento espiritual. Si somos constantes al escribir, cada vez estaremos más afinados. Cada vez escribiremos con más soltura y expresividad. Y a medida que consigamos esto, nuestra voz será más vibrante, más viva».

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