En 1977, el presidente Spencer W. Kimball publicó en la revista Ensign un artículo en que plasmaba su visión para el arte de los santos de los últimos días. A su vez, en 1978 se tradujo y publicó parte de este artículo en la revista Liahona. Posteriormente, en 2016, el blog Mormosofía retomó el artículo y lo publicó por primera vez entero en español. A continuación reproducimos aquellas partes del mismo que son más relevantes a la literatura.
En nuestro mundo han nacido brillantes lumbreras, estrellas del drama, la música, literatura, escultura, pintura, las ciencias y todos los campos de excelencia. Durante muchos años he tenido la visión de miembros de la Iglesia en un constante aumento de sus ya fuertes posiciones de excelencia, hasta que llegue el momento en que los ojos de todo el mundo se encuentren sobre nosotros. El presidente John Taylor así lo profetizó, enfatizando sus palabras con esta directiva:
«Anoten mis palabras, y regístrenlas y vean si no ocurre de ese modo. Verán el día en que Sión estará a la vanguardia del resto del mundo en todo aquello que pertenezca al conocimiento de todo tipo como lo estamos hoy en relación a los asuntos religiosos. Dios espera que Sión llegue a transformarse en la alabanza y gloria de toda la tierra, de modo que los reyes, oyendo de su fama, vendrán y observarán su gloria…»
(Sermones, 20 de septiembre 1857, ver The Messenger, julio de 1953)
¿Habrá entre nosotros poetas en embrión y novelistas como Goethe (Johann Wolfgang von Goethe, 1749-1832)? ¿Hemos explorado tanto como debemos? Del creador de Fausto, Emerson declaró: «El genio antiguo y eterno que construyó el mundo se ha confiado más de este hombre que de cualquier otro». Pero Goethe no ha sido el más grande ni el último. Puede haber muchos Goethes entre nosotros hoy, esperando ser descubiertos. Santos inspirados escribirán grandes libros y novelas, biografías y obras teatrales.
¿No hallaremos talentos equiparables al de aquellos que nos dieron Un hombre de dos reinos, Doctor Zhivago o Ben Hur? Leí este último libro cuando era pequeño, y he retornado a él muchas veces. Puede ser que los críticos no estén de acuerdo conmigo, pero me parece una gran historia…
Tenemos, por ejemplo, al famoso Shakespeare. Todo el mundo lo cita. Este poeta y dramaturgo inglés fue prodigioso en sus producciones: Hamlet, Otelo, El rey Lear y Macbeth son solamente parte de las cuantiosas obras que produjo. ¿Ha habido alguien tan versátil, lleno de talento y notables en este arte?; y aún así, ¿es que puede haber solamente un Shakespeare en el mundo?…
Nos sentimos orgullosos de la herencia artística que desde sus principios la Iglesia nos ha proporcionado; pero la historia completa del mormonismo nunca se ha escrito, ni se ha pintado, ni se ha plasmado en escultura, ni se ha relatado. Quedan por revelarse muchos corazones inspirados y manos habilidosas; éstos deben ser fieles, inspirados, activos en la Iglesia, para que puedan dar sentimiento y verdadera perspectiva a un tema tan digno.
Tales obras maestras deberían ser escritas por grandes artistas, pulidas por los mejores críticos, estar durante meses en las carteleras, ir a todas partes del mundo, en diversos idiomas.
Nuestros escritores, nuestros especialistas de cinematografía, con la inspiración de los cielos podrían producir una perdurable obra maestra.
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