Jorge Cocco Santángelo es palabra mayor dentro del mundo de las artes plásticas entre los santos de los últimos días. Nacido en 1936 en la ciudad de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, Argentina, aprendió a dibujar por su cuenta, logrando reconocimiento en su provincia. En 1962 se casó con Myriam Verbauwen y, pocos meses después, conocerían la Iglesia, transformándose en pioneros en su región. Once años después lograrían sellarse en el Templo de Lago Salado. En 1976 se mudaron a España y en 1983 a México, donde fue profesor y director del departamento de arte de la Universidad de las Américas. Ambas estadías completaron su conocimiento de las diferentes escuelas y estilos. En 1991, ya con seis hijos crecidos, retornaron a Argentina donde Jorge continuó enseñando y desarrollando su arte.

En la actualidad, la familia vive en los Estados Unidos. Las obras de Cocco Santángelo aparecen regularmente en las publicaciones de la Iglesia. A sus 88 años es un artista de talla internacional cuyas pinturas engalanan las paredes de museos y colecciones particulares de todo el mundo.
Agradecemos a Cocco Santángelo su buena disposición y humildad para concedernos esta entrevista, así como a su hijo y colaborador, Amiel Cocco Verbauwen, por hacerla posible.

Es necesario que cada uno descubra su propia manera de realizar arte. Cada uno de nosotros es diferente y tenemos que evitar la repetición de formas que pueden hacer monótona la observación del arte.
¿Qué pude contarnos de sus comienzos artísticos en Concepción del Uruguay?
Jorge Cocco Santángelo: No podría precisar una fecha en mi comienzo artístico. Cuenta mi madre que me iba a la cama siendo muy pequeñito con un lápiz escondido y al otro día encontraba las sábanas todas dibujadas. Llegada la época escolar tuve a mi alcance otros medios para desarrollar mi vocación. Tal es así que, a los 9 años, me dieron el premio de una competencia entre todas las escuelas de la ciudad. De modo que se fue manifestando así, sin tener un estudio programado. En mi juventud trabajaba ya por mi cuenta y me convocaron para una compe- tencia provincial de artistas que eran consagrados. Para mi sorpresa, me dieron el primer premio de toda la provincia. Entonces, siendo muy joven, tomé la decisión de mudarme a Buenos Aires.
¿Qué lugar asignaría al evangelio en el desarrollo de sus dones?
JCS: Recién casado con Myriam, mi esposa, yo estaba trabajando en diseño gráfico y hacía algo de arte por mi cuenta, pero era más bien un proceso de investigación de todas las escuelas de arte y, preferentemente, del paisaje que me rodeaba. Al llegar el evangelio a nuestra vida, la temática giró hacia temas religiosos de los cuales nunca había realizado obra. Obviamente que el evangelio no sólo me brindó una temática diferente, profunda y muy elevada, sino que también me cambió todo el sentido de la vida. Agradezco haber podido aplicar este don a favor de la difusión del evangelio.
Su producción artística tiene como uno de sus rasgos característicos el sacrocubismo. ¿Cómo lo definiría?
JCS: Lo que estoy haciendo actualmente fue denominado sacrocubismo en razón de que la temática que he estado abarcando corresponde al arte sacro, o sea, escenas que tienen que ver con el cristianismo, con la vida de Cristo y con todo lo que gira alrededor de Él y, por supuesto, con la retroalimentación que da el Libro de Mormón y otras escrituras contemporáneas. La otra parte del vocablo, es decir, cubismo, viene porque mi producción artística evita tomar las escenas como una fotografía y hacer un cuadro realista, lo cual es una interpretación de lo que se veía en las escenas. Así que tomé un elemento más simple, más concreto, en cuanto forma y color, para que no fuese un arte descriptivo de lo visual, sino que transmitiese la sensación del mensaje en profundidad de lo que dejaron las enseñanzas de Cristo.
Ha dado vida a muchos pasajes centrales del Libro de Mormón. ¿Qué significa para usted este tomo de las escrituras?

JCS: Obviamente que el Libro de Mormón significó para mí una temática que era absolutamente necesaria para investigarla y producirla. No como una investigación arqueológica, sino con el sentido más profundo que tiene, y hacer llegar el mensaje con un punto de vista diferente, con un lenguaje novedoso. El Libro de Mormón es tan rico en escenas y acontecimientos que continúa siendo una fuente inspirativa para proseguir aportando un medio diferente de difusión dentro del panorama artístico contemporáneo y mundial con un estilo que vaya de acuerdo con esta escritura.
¿Qué mensaje le gustaría dejar a jóvenes artistas mormones que se están iniciando?
JCS: Yo quisiera decir a la gente joven, miembro de la Iglesia, que se dedica a la actividad artística, que es absolutamente necesario, en primer lugar, que cada uno descubra su propia manera de realizar arte. Cada uno de nosotros es diferente y tenemos que evitar la repetición de formas que pueden hacer monótona la observación del arte. Cada uno puede aportar algo absolutamente suyo, personal. Yo les diría que traten de desarrollar su oficio hasta el máximo de sus posibilidades y encontrar su propia forma de decir este mensaje que, a través del arte, no necesita ser traducido a idiomas. El arte visual tiene la enorme ventaja de servir para cualquier idioma, cualquier cultura, cualquier época, en cualquier lugar del mundo. Es una oportunidad maravillosa de poder dar nuestro punto de vista particular de esta fuente tan rica en enseñanzas y tan inspirativa para despertar en nuestros semejantes el verdadero sentido de nuestro propósito en la vida.
Puedes leer la entrevista completa en la edición para imprimir del Pregonero de Deseret:
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