«Marta halla paz tal mar calmada», poema de Ismael Pablo Antuña

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La mañana aclara, las cabras balan;
Marta ablanda la masa, asa pan a las brasas.

Largas canas blancas acaban tras la cara;
las palmas ajadas, calzadas abarcas gastadas.

Albahaca, azahar, lavanda; Marta baña las plantas. Arranca la paja, la lanza a la asna.

Allana la marga, a pala cava la zanja; clava las cañas, las ata, arma la valla.

Saca la canasta, va a la plaza.
Manzanas, sal, ramas; alza la gran carga.

La casa dañada, la fachada apagada;
Marta pasa blanca cal, alcanza para flagrar.

Más las palabras dadas: «Marta, Marta, afanada»a, atacan; van al alma tal daga sagaz, tal lanza clavada.

Mañana tras mañana trabaja hasta hartar. Cansada, palpa la banal falla;
falta dar pan al alma, amar más al Gran Plan.

Amargada, alarga la marcha a la Santa Casa. Rasga la capa, alza la faz, clama:
«Abba, sana tan cansada alma, aplaca tanta carga. Manda al «Alma más santa» a lavar las manchas».

Palabras mansas la alcanzan: «Amada, paz al alma.
Alzada la balanza alcanzarás la tara. Anda ya, lavada avanza».

Marta halla paz tal mar calmada. Tal alas, la paz abraza;
tal Maná, apaga las ganas.

Alza las palmas, canta grata alabanza. Tras cabal hazaña ganada,
va anclada, anda armada.

Mañana habrá faltas, trabas, batallas;
más Marta andará tal llama blanca, tal lámpara cargada.

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