Abre tu puerta.
Abre tu puerta al albor.
Deja que el aire penetre en tu estada
y deja que tus ojos signifiquen sin temor. Suelta tus amarras
y entierra en el baúl lo que ya no es nada. Mira allá lejos como el sol otra vez se yergue y mira la luz de su mirada.
Caen sus rayos como racimos a tu planta, solo la cobertura de Su sangre te alcanza. Hay límites acordados,
no rompas tu alianza.
Recuerda que donde crecen cardos
pueden crecer malvas.
Sube hoy dos tonos más
en esa escala tan alta.
Pide lo que nadie pidió
porque es dado por convenio,
diciendo a los cielos que
bajarás para subir en silencio.
Di a la montaña que
la encumbrarás con rodillas y mesura
para apresurar los pasos
de tu prolongada andadura.
Pide al invierno su frío,
pide al verano su calor,
pide al pájaro que vuele,
al árbol su esplendor,
pide al jilguero ser canoro,
a la luna ser candil,
a los niños su jolgorio
y a la rosa su carmín.
Cúbrete de amor y
sé fuente de aguas claras.
Sé asistente fiel
del piélago infinito de piedad.
Camina con grandes y seguros pasos
el trecho que aún te falta
y lleva en tus alforjas
mensajes de anhelo y esmeralda.
Esta canción pertenece a un ciclo de nueve canciones para soprano y piano que lleva por título general Del polvo de la tierra.